21.2.08

Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero.

Título: Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero. Autor: Martín Casariego. Editorial: Anaya.

Contenido: El tema fundamental del libro es el amor que siente Juan por Sara. Juan piensa que el amor es un sinsentido pero poco a poco se enamora de Sara y vive su amor en secreto. El chico, por el amor que siente hacia ella, no sabe decir que no a las aventuras que le propone Sara. La chica le propone robar los exámenes y él no dice que no, sino todo lo contrario. También podemos observar el paso de la adolescencia a la madurez.

Comentario: En mi opinión el tema que recoge el libro es bastante interesante porque se da el paso de la adolescencia a la madurez donde se aprenden a valorar las pequeñas cosas.

También podemos comprobar que por amor renunciamos a cualquier cosa y, a veces, hacemos cosas sin sentido para complacer a nuestro enamorado, como hizo Juan por Sara. Lo que me parece una estupidez es vivir el amor en secreto como lo ha hecho Juan, ya que así no puedes compartir tus sentimientos con la persona a la cual amas.

El libro, en general, está bastante bien y nos enseña a darnos cuenta de todas aquellas cosas que podemos hacer por amor. El tema es complicado ya que el amor es una cosa entre dos personas y si una no está de acuerdo se sufre mucho e, incluso, se puede llegar a tal extremo que podemos cometer grandes locuras.

Vanessa López Miguélez

El niño con el pijama de rayas

Título: El niño con el pijama de rayas. Autor: John Boyne. Editorial: Salamandra.

No me ha gustado nada: me parece una estafa literaria e intelectual. Con la excusa de tratar un tema de envergadura desde la perspectiva de un niño, se ha vendido una narración escrita específicamente para niños como una novela para adultos. El resultado es, sencillamente, un ejemplo prototípico de best-seller: una historia lineal y plana que se sostiene por una intriga absurda, un tema de fondo muy serio para darle enjundia, unos personajes que solo existen en su superficie y una narración con ritmo y entretenida.

En primer lugar, literariamente es una estafa porque el interés de la historia sólo se sostiene por un par de intrigas que, una vez resueltas, dejan a la novela inservible por siempre jamás.

La primera intriga está relacionada con uno de los grandes atractivos que la novela tendría en principio: la perspectiva de un niño sobre ciertos aspectos del nazismo y de la política de estos con los judíos. El problema es que no hay ninguna perspectiva, por la sencilla razón de que el punto de vista del niño solo lo es sobre aspectos puramente superficiales, esto es: lo que se nos narra no es la interpretación o reflexión que el niño hace sobre lo que ve, sino que simplemente se nos refiere que no sabe qué es lo que ve. Dado que el lector a las diez páginas sí sabe de qué va la cosa, deja de tener el más mínimo interés que el niño lo sepa o no, pues dado que el discurso de este nunca termina de superar esa ignorancia, todo se reduce a eso.

La segunda intriga, la causa de la desaparición final del niño, tiene un problema similar. Una vez que el lector se entera de cómo ha sido, deja de tener interés, por la sencilla razón de que la novela plantea que eso le ha ocurrido como fruto de una casualidad: da igual, por tanto, que haya sido así o que, por ejemplo, hubiese sido porque el niño se hubiese caído a un río. Dado que el niño llega a lo que llega gracias a una situación sencillamente inverosímil (dos niños en un campo de concentración que pasan por debajo de la alambrada como Pedro por su casa), que deriva en una lamentable confusión, la causa directa de su muerte queda convertida en una simple anécdota curiosa cuya fuerza significativa no tiene nada que ver con la novela sino con los conocimientos históricos del lector (pero solo del adulto...).

Así, pues, nada de lo que se cuenta en la novela tendría el más mínimo interés si no supiésemos cuál es la realidad histórica que subyace, pero la novela, al ocultarlo y convertirlo en un simple recurso de intriga, lo despoja de todo su valor y profundidad, dejándolo en la nada más absoluta.

En segundo lugar, por lo tanto, se trata de una estafa intelectual porque no solo no ofrece ni una sola nueva perspectiva literaria sobre el holocausto, ni una sola reflexión, ni un solo pensamiento medianamente interesante al respecto, sino porque lo trivializa al reducirlo a un simple pretexto para desarrollar una intriga vulgar para la que podría haber empleado cualquier otro motivo de misterio sin que nada cambiase. Esto es, precisa y exactamente, lo peor de la novela (razón de peso para evitar por todos los medios que caiga en manos de cualquier adolescente): el uso que se hace en esta novela del holocausto, que queda aquí reducido a simples ideillas maniqueas típicas de eslóganes publicitarios (somos diferentes, somos iguales; ellos, nosotros...), vaciado por completo de toda su violencia y complejidad psicológica y social, convertido, en fin, en un simple motivo para hacer jueguecitos de lengua (el furias...!!!).

Todo muy infantil, en el peor sentido de la palabra.

Carlos Miguez.